La desesperanza siempre vota

• Por Eduardo Sanz, responsable del Área de Economía de la Fundación Basilio Paraíso

La globalización y el desarrollo tecnológico producen un doble efecto sobre las rentas de empresas e individuos. Por lo que se refiere a las primeras, la liberalización del comercio internacional estimula un incremento en el grado de competencia entre empresas y una reubicación de numerosas actividades productivas que, desde el punto de vista occidental, se describen como procesos deslocalizadores. A su vez, la acción combinada del desarrollo tecnológico y la ampliación del tamaño del mercado precipita, en última instancia, una concentración de la actividad a nivel global, cuyo correlato resulta un incremento en la desigualdad empresarial.

El reflejo de esta realidad económica en los mercados laborales es inmediato. Mientras en los países en desarrollo el ascenso de las clases medias es un proceso en curso, los salarios reales de los países más ricos sufren desde los años setenta un proceso de estancamiento, cuando no de retroceso, ahondando en la divergencia que existe entre las retribuciones asociadas a una minoría de trabajos cualificados y la mayoría de trabajadores y autónomos. La diferencia entre las rentas media y mediana de los países es la consecuencia de este fenómeno.

Dentro de este contexto, y, según las encuestas de opinión, la acción estatal se ve desbordada, por sí sola, para proveer el nivel de bienes y servicios públicos deseado por la ciudadanía –pensiones, sanidad, inversión–, lo que motiva el ascenso del descrédito y la decepción con el sistema. La consecuencia, en términos político-electorales, es la emergencia de incentivos inmensos para la aparición de relatos simplificadores, y aun fabuladores, como estrategia para la victoria electoral.

Carentes de un esquema de mutualización transnacional de los riesgos derivados del mercado de trabajo, así como de un emponzoñamiento en el nivel del debate político, no puede sorprender que la desesperanza no solo vote, sino que, últimamente, gane.