Que nadie quede atrás

• Editorial de Eduardo Sanz. Responsable del área de Economía de la Fundación Basilio Paraíso

La riqueza de las naciones, su PIB, resulta el principal indicador de prosperidad generalmente aceptado. La mayor ocupación y preocupación de los gobiernos en el terreno económico, por consiguiente, se orienta al estímulo del bienestar de sus ciudadanos a través de la puesta en marcha de políticas que aseguren un crecimiento económico sostenido –y, en la medida de lo posible, sostenible–. Y ello, por cuanto la evolución del principal indicador económico de integración social, el empleo, queda íntimamente ligado a la evolución del PIB. De ahí que los ciudadanos, si bien no de manera exclusiva, relacionen el éxito de un gobierno con la marcha de la economía y, consecuentemente, en tiempos de crisis la tasa de supervivencia electoral de un ejecutivo se reduzca drásticamente.

Cuando la intensidad y duración de una crisis redunda en una depresión económica, el correlativo y fuerte incremento en el nivel de desempleo supone un doble reto para el gobierno. De un lado, resulta acuciante la aprobación de medidas que estimulen la competitividad de la economía y sienten las bases para el retorno a la senda del crecimiento. De otro lado, la existencia de una red de protección social efectiva deviene garantía capital no solo para el mantenimiento de la cohesión social, sino para el estímulo de la prosperidad a futuro de cualquier sociedad. No en vano, una de las virtudes del Estado de bienestar resulta su capacidad para incentivar el emprendimiento, a través de la existencia de un sistema de prestaciones sociales que minoren los riesgos asociados a la actividad empresarial.

Por el contrario, cuando entre la ciudadanía se extiende la sensación de quedar atrás, de que las oportunidades para la mejora en la situación personal se reducen ostensiblemente, la utópica búsqueda de una sola causa que explique el fracaso tiende a ofrecer respuestas fáciles, pero de consecuencias funestas –como el reciente atentado en Niza–.

Entre los retos del nuevo gobierno en España figurarán sin duda los dos expuestos líneas arriba: la consolidación del crecimiento económico y el mantenimiento de la cohesión social. Ojalá sea capaz de acometerlos con éxito.