¿Una oportunidad para el largo plazo?

Por Eduardo Sanz. Responsable del Área de Economía de la Fundación Basilio Paraíso.

La formación de un nuevo Gobierno ha despejado la posibilidad, no tan remota hasta fechas recientes, de una tercera convocatoria electoral. Tras la investidura, el reto más acuciante al que se enfrentará el nuevo Ejecutivo resulta la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, símbolo de la acción de gobierno.

En segundo lugar, y, a su vez, el desarrollo de un modelo socioeconómico que impulse la competitividad de las empresas y la cohesión social se erige en la gran tarea de la legislatura recién iniciada. La virulencia de la crisis económica de 2008 ha subrayado, una vez más, las carencias del modelo productivo español: minifundismo empresarial, debilidad del sistema fiscal, dualidad del mercado laboral, insuficiente productividad, desigualdad social…

Para acometer los retos expuestos, el abandono de una perspectiva cortoplacista constituye un requisito insoslayable. En este punto, la aritmética parlamentaria favorece la presentación de reformas estructurales que palíen las debilidades antedichas. La materialización de las mismas, empero, y, sobre todo, su estabilidad más allá del periodo de vida de una legislatura, exigirá la voluntad de llegar a amplios acuerdos que conciten la adhesión de más de los 176 votos que constituyen la mayoría absoluta de la Cámara.

Para ello, la experiencia señala que el éxito de un pacto reside, en última instancia, en que todos los firmantes crean que tienen algo que perder si no se suman a él, por lo que la definición de políticas inclusivas debería ser la prioridad en la acción parlamentaria. De lo contrario, la sociedad española contemplará una reversión constante de la acción de gobierno cada vez que un actor político diferente ostente la Presidencia del Gobierno. Con otras palabras, la redefinición continua del modelo socioeconómico conlleva, a medio y largo plazo, un seguro perdedor: las oportunidades de prosperidad de los ciudadanos.